Elogio de la lentitud

Ayer mi marido salió a hacer la compra con un pañuelo tapándole la boca –no hemos logrado encontrar mascarillas- y parecía que iba a atracar un banco. Su gran misión exterior para hoy es bajar la basura, se la ha reservado para por la tarde. Esta vez no se ha puesto el pañuelo, pero sí unas zapatillas deportivas nuevas y se las ha puesto con un mimo y un celo que ni Usain Bolt antes de romper un récord. Hace ilusión recordar de vez en cuando quiénes éramos y cómo nos vestíamos antes de esto.
Lo bueno de este encierro -por buscarle algo bueno, hoy tengo el típico día vaso medio lleno- es que puedes hacer las cosas con una calma que nunca antes en tu vida, literalmente nunca antes, te habías podido permitir. Esto viene bien sobre todo para la cocina; después de toda una vida preparando comidas y cenas a toda velocidad, ahora por fin puedes tomarte el tiempo de hacer los guisos como se hacían antes, a fuego lento. No os digo más que echo de menos tener una cocina de gas de las de toda la vida para poder cocinar de verdad a fuego lento , con la vitro se pierde mucho romanticismo.
El otro día pasé casi tres horas haciendo un pisto con la receta de mi madre, primero trocée minuciosamente la cebolla, el calabacín, el pimiento, la berenjena y luego los fui sofriendo lentamente, primero la cebolla, luego el pimiento rojo, luego la berenjena y así hasta incorporar finalmente el calabacín. Una verdadera sinfonía vegetal que me llevó toda la mañana. Estaba de muerte el pisto, lo recordaré toda mi vida, el pisto confinado. El arroz con leche también me ha quedado como nunca. ¿El secreto? Casi dos horas dándole a la cuchara de madera.

Otra cosa por la que me ha dado es la jardinería, he comprado todas las plantas que han sacado a la venta en el Lidl, incluso he llegado a comprar la misma varios días consecutivos, el día menos pensado me va a dar el alto el vigilante de seguridad. También he plantado semillas en varias macetas y os puedo asegurar sin temor a exagerar que las estoy viendo crecer. Varias veces al día les paso revista, a ver si han echado una hojita nueva, podría escribir un ensayo sobre el crecimiento de las petunias. La planta de berenjenas, también del Lidl, (¿cómo se llama? ¿un berenjeno?) tenía hoy una hoja mordida por un bicho. Ganas me han dado de montar guardia a su lado y pillar al insecto in fraganti. ¿Qué estás haciendo, mamá?, preguntaría mi hija. Nada, vigilo al berenjeno, le respondería yo. Dadme dos semanas más de confinamiento y ahí estoy, acechante. Temblad, insectos.
Eso sí, solo una cosa os digo, solo espero no estar confinada cuando crezcan las primeras berenjenas. 

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